lunes, 6 de febrero de 2012

Soledad pirata: El hombre libélula



En un gran y cálido barco nació un niño que más que un ser humano parecía una libélula, pero por desgracia para aquel niño, nació sin las alas necesarias para encontrar la libertad.
Con el paso de los años aquel gran barco se hacia cada vez mas pequeño y mas frío, empezó a colarse agua por diversos agujeros y nuestro protagonista sentía como el agua fría y oscura mojaba sus pies.
A la edad de 19 años el barco ya solo era una pequeña balsa de 4 palos horizontales y 6 verticales con 4 cortas cuerdas que no llegaban a atar bien cada palo y hacían que la pequeña balsa se balanceara a menudo, pero lo realmente importante es que aquella balsa carecía de timón por lo que nuestro hombre iba a la deriva por aquel océano oscuro, sin ningún rumbo al que llevar su vida, esperando encontrarse algún día con algo que reconduzca su vida de soledad infinita. La balsa seguía las tranquilas corrientes de aquel océano oscuro aun más negro que el cielo que se le echaba encima. Un día que era mas oscuro que los demás vio una luz a lo lejos, y con la ayuda de sus brazos intentó propulsarse hacia aquella luz, pero como todo lo que se proponía, no logro hacerlo; pero por primera vez en su triste y solitaria vida, tuvo una pizca de suerte y las corrientes de aquel océano tranquilo sin apenas sobresaltos le arrastraron hacia aquella luz desconocida.
Según se acercaba descubrió que aquella luz era un enorme faro, con una luz tan potente y blanca como la sonrisa de una niña tras una carcajada infantil, y esa luz lograba por primera vez alumbrar su vida y acabar con su melancolía, su tristeza y su infinita soledad, por lo que debido a ella durante un efímero periodo de tiempo consiguió olvidarse de sus males. Pero como de costumbre en su miserable vida, la suerte solo duró un instante y la corriente más fuerte y malvada de aquel mar, el olvido, le arrastró con una fuerza feroz, de nuevo a la oscuridad de aquel océano, donde se encontró de nuevo con ese temible horizonte negro.
Al cabo de muchísimo tiempo luchando consigo mismo en aquella oscuridad, el cielo se despejó un poco y la primera vez se hizo la luz y el sol salió, la balsa chocó con una enorme roca y se hizo aún más pequeña y nuestro amigo tuvo que hacer equilibrios para no caer de nuevo a la oscuridad de aquel océano.
Esa misma tarde, cuando el cielo se tiñó de rosa, en otra roca nuestro tripulante se encontró con una sirena, una preciosa sirena, la cual con su canto le atrajo hacia ella. Al estar cara a cara , nuestro hombre se quedó inmóvil mirando atentamente las negras pupilas de la sirena rodeadas de un color marrón intenso, y en esas pupilas se vio a si mismo en el momento de felicidad más grande jamás imaginado y sin poder reaccionar, se acercó lentamente con sus tiernos labio hacia los oscuros y húmedos labios de la preciosa sirena, y al juntarse y rozar sus rojas lenguas como los fresones de principios de primavera, nuestro amigo sintió primero un fuego helador que le paralizó por completo ,y al instante otro fuego capaz de descongelar con su asombroso calor un iceberg más grande que el que hundió el Titanic. Pero al abrir de nuevo sus enormes y azules ojos, volvió a encontrarse con las pupilas de la sirena y de nuevo se volvió a ver, pero esta vez vio el sufrimiento más grande jamás vivido, capaz de acabar incluso con su infinita soledad, pero que debido a su poder, es capaz de acabar con el hombre mas fuerte y el que mas ha sufrido sobre la faz de la tierra.
Weedsmi

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