miércoles, 10 de abril de 2013

Mi Religión (Por Rios)


Era mi religión, mi ideología. Solo impuesta por un autoridad que únicamente yo entendía. Esta religión, forjada de lo más rebuscado del interior de un único músculo, me alimentaba, me mantenía vivo. Una fe ciega con la que Dios hubiese quedado maravillado.

Al alba, antes incluso de recobrar el sentido tras experiencias oníricas, rezaba. Rezaba en cada momento, mirando al tendido. Rezaba con frases y momentos en mi cabeza. Rezaba gracias a mi religión. 

Fui atraído por esa cultura, por sus ropas, sus costumbres, su día a día. Me sentía cura, obispo, cardenal y papa. Pertenecía completamente a esa nueva forma de vida, me había abducido, alienado, pero no existía razón por la cual yo pudiese llegar a perder mi fe. Era una religión que completaría la existencia del más desdichado ser humano, pero era mía, solo yo podría predicar sobre ella, me pertenecía. 

Mi fe aumentaba a ritmos descontrolados, fui dejando que cada vez me absorbiera más y más, llegando incluso a perder la realidad en los momentos que pasaba en la iglesia, en mi santuario… pero me encantaba. Me volví devoto, fanático dirían algunos, llegando a conseguir la plena felicidad solo cuando me adentraba en la iglesia. Ya no me valía rezar, no me contentaba con tener fe, quería vivir de ello, quería seguir comiendo esas exquisitas galletas que había en la capilla… Era absoluta entrega a mi religión.

Aunque el desastre llegó en momentos de revuelta. La iglesia, mi única iglesia, fue quemada, destruida. Me arrancaron la ideología sin apenas oportunidad, no pude defenderme. Fui derrotado por la resignación. Pero existe algo que no me pudieron quitar, mi posesión más preciada, la que me mantenía conectado a la vida, mi fe. 

Sigue latiendo en algún lugar de ese músculo y golpea con fuerza cuando rezo, ahora a la nada. Por ello, mi fe no ha muerto, sigue pululando esperando que en algún momento llegue su hora y la deje irse…




Rios

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