jueves, 24 de enero de 2013

Historias para SI dormir

Hace tiempo, conocí a una chica que, por cosas de la vida, fue muy importante para mí durante bastante tiempo. Uno de los días, mejor dicho noches, que estaba hablando con ella le pedí, en plan coña, que me contase un cuento antes de irme a la cama. Ella aceptó y me lo escribió todo por WhatsApp.


Había una vez (solo se puede empezar así un cuento) un hombre al que le encantaba viajar. Este, había estado en los lugares más preciosos, desde las Cataratas del Niágara hasta los fiordos noruegos, pasando por las pirámides de Egipto. Ese mismo año, para celebrar su 60 cumpleaños, se fue a Perú. Cansado de ver tanta ciudad, se cogió una mochila y se fue al bosque a perderse sin un rumbo fijo. Tras llevar más de tres horas caminando llegó a un pueblito precioso en la falda de una montaña por el que bajaban las cristalinas aguas de un arroyo cargado de vida. Paró para descansar a la orilla de este y así reponer fuerzas para desandar el camino de vuelta al camping.
Se acercó al agua y, tras llenar su cantimplora, se mojo la nuca y más muñecas para desprenderse del calor. Tras sentarse en una roca y respirar profundamente, divisó, detrás del puente, una misteriosa cerca con pañuelos de colores colgados de los oxidados alambres a causa del tiempo. Esto le intrigó y después de abrocharse las botas y cargar la mochila a la espalda, se acercó sin prisa cruzando el puente y bordeando un campo de patatas.
Al llegar, todo lo bello que tenían esos pañuelos desde la lejanía, se perdió al comprender que lo que aquellas vallas cerraban no era más que un cementerio. Pero no era un cementerio normal, tenía algo raro. Cruzó las cercas por una obertura que impedía el paso al ganado y se paseó de un extremo a otro de la necrópolis. Tras dar dos vueltas, se acercó a las tumbas una por una. En la primera leyó “María Azucena San Juan, 10 años, 5 meses y 37 minutos”. Miró a su derecha, “José Márquez Trenado, 7 años, 12 meses 4 horas y 15 minutos” Y un poco más adelante “Elizabeth María de la Rosa, 9 años y 40 minutos. Luis Gilberto de los Palmares 8 años, 11 meses y 23 horas” Al ver todo esto el pobre hombre no pudo hacer otra cosa más que llorar.
Tiró la mochila al suelo y se dejó caer suavemente hasta hacer ínfimo el recorrido de sus lágrimas al suelo. En esto que se lo acercó preocupado un aldeano y, al ver que lloraba le preguntó:
-¿Por qué lloras mijo?
 -Lloro por la injusticia del mundo querido amigo, en unos sitios los hombre legan a ser centenarios, mientras que aquí la tragedia ha hecho que mueran más de cien niños que yacen aquí mismo.
Al oír esto el aldeano se echó a reír y, tras ofrecerle su ayuda para levantarse le dijo:
-No se preocupe por eso señor, ninguna tragedia de las que usted habla ha ocurrido en este pueblo.
-¿No es tragedia que más de una centena de niños estén ahora enterrados bajo nuestros pies?
El aldeano se volvió a reír y al ver que el hombre se quedaba perplejo le explico el porque de todo aquello. -En nuestra aldea tenemos una tradición desde hace muchos años, cada persona que nace aquí, recibe una libretita y con ella una cadena para colgársela al cuello, ¿ve?- le enseñó la suya.- En ella cada uno escribe el tiempo en que es feliz, en el que esta contento realmente, por ejemplo su primer regalo de cumpleaños, su boda, el nacimiento de un hijo, las fiestas familiares y cosas así. Todos estos momentos se suman al morir la persona y son los datos que usted ve en las lápidas, pues para nosotros el tiempo que importa es el que realmente volverías a vivir, en el que estás a gusto, feliz. Por eso, señor, no es tragedia que en estas lápidas pongan solo 9 o 10 años, pues no son niños los que están aquí enterrados, sino adultos que pasaron sus vidas aquí, en estas montañas, viviendo felices y muriendo de esta misma forma, como nos pasará algún día a todos.
Al oír esto el hombre no pudo hacer otra cosa más que sonreír y darle las gracias al aldeano por haberle quitado esa pena de encima.
Recogió su equipaje y volvió por el camino por el que había venido pensando en cual sería su cifra.

Bueno espero que os haya gustado por que ami me encantó en el momento en que lo leí por primera vez. Evidentemente no es tal y como mi amiga me lo contó en su momento, sino que probablemente solo quede de él la columna vertebral de la historia. Por si no queda claro con todo esto quería decir que en la vida hay que recordar los momentos que verdaderamente valen la pena y no pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pues si piensas así nunca disfrutaras del presente.

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