Al ritmo de Buffalo Soldier Jarris se duchaba, afeitaba,
vestía y salía de casa para encontrarse con su posible nueva Buenamadre.
Desconocía gran parte de sus gustos, su país de procedencia y sobretodo su
nombre, lo único que sabía el mierdaputa de Jarris era que su apodo en el
Miting era “la conejita que más te quiere”, aunque con el seudónimo, la foto de
perfil y la posibilidad de que fuese una mujer, a él le bastaba. Se paró en el
instituto para robar WiFi y escribirle al mierda puta del primo de Will un Wass
up, cuando un chucho perro sin nombre levantó la pata y le meo las zapatillas.
A punto estuvo de dar una patada a la rata meona cuando vio
que al final de la correa, que le mantenía atado a un radio de quince metros de
su dueño, estaba Ganja.
-Tío a ver si educas a la mierda que tienes por mascota por
que las zapatillas eran nuevas.
-Relájate tío, vives atado por los lazos de Babylon-
respondió Ganja claramente fumado.
-Si... claro... ¿qué pasa que has vuelto ver al moro?
-Si tío, y tengo que decirte que ese tío si que sabe, se
pasa el día tirado en su cojín de fumar meditando sobre la vida y sus innumerables
caminos...
-A pues muy bien- Dijo Jarris sin dejar de mirar al móvil.
-¿Y tú qué haces aquí?- Preguntó Ganja.
- Na robando WiFi a los capullos estos, es que me voy pa el
metro que he medio quedao...
-¿Con una Zagala?
- Eso creo... -Contestó Jarris sonriendo-¿Qué pasa que tenías algo pesado?-Preguntó.
-Si, bueno es que como ya te he dicho he estado en casa del
moro y bueno me da un regalito...
-¿De qué tipo?
-Del tipo garrufo. Es que estuvo en Ámsterdam antes de que
pusieran la nueva puta ley, que me cago en su madre (el sentimiento está
reflejado por parte del autor) y compró con unos colegas un cacho de turrón,
que lo metieron en unos condones y a su vez dentro de su culo, que se ve que
con eso de la meditación pues aprendido a controlar su cuerpo y sus esfínteres
o no se que movidas, que dice que se pueden llegar a correr sin tocarse y no se
que cosas... Que digo yo que sólo tiene que ser sano ni na...
- Si bueno ¿y que?- Preguntó Jarris nervioso.
- Eh? a no nada que cuando llegó aquí empezó a sacarse tos
los condones, que los tenía atados con un hilo, porque el chaval es muy
apañado, y empezó a pasar y nada que en dos días se le acabó to. Pero como yo soy cliente habitual y amigo, pues me ha guardado un poquillo. Lo tengo por aquí.
Apartó a su pero de una patada y se quitó primero la
zapatilla y después el calcetín de dónde sacó un pegote marrón de lo que
parecía ser doble cero.
-¿Ves esto?- Dijo Ganja- es mierda culera de primera
calidad.
- No, sí ya lo veo- respondió Jarris.
- ¿Te hace un garrufo?
- Mismo- respondió Jarris y los próximos 20 minutos nos lo
saltaremos porque los que está leyendo esta historia se lo saben a la
perfección.
Continuamos en el momento en el que Jarris mete el billete
con dificultad en la rendija el torno del metro.
Línea 3 hasta Sol.
Cuando se sentó al lado de una anciana, que puso mala cara
al ver que no dejaba ese sitio libre para otros futuros pasajeros que lo
necesitase más que él, aunque en ese momento no hubiese nadie en peor estado
que él, hizo una recopilación de lo que había hecho y de lo que tenia que hace.
Su cabeza funcionaba como una tortuga, pero si era constante
llegaría tarde o temprano la meta y se follaria a la liebre.
Había salido de su casa, se había detenido en del instituto,
había hablado con Ganja y con el mierda de su chucho perro y después de un
enorme Bob de doble cero, que había afectado hasta a los andares de la rata de
Ganja, o eso le parecía a él, se había dirigido al chino para comprarse unas
chuches y seguidamente al metro en donde se encontraba ahora.
Pues bien, ahora solo le quedaba saber que haría, estaba en
Callao y tenía que bajar en Sol, por lo cual le quedaban un número de paradas
que él era incapaz de calcular.
Después de bajarse tendría que salir de Sol y dirigirse al
oso y el madroño en donde había quedado con “la conejita que más te quiere”.
Sólo tenía que buscar una chica cerca de la escultura que tuviese un paraguas,
era fácil hasta para alguien en su estado.
Lamentablemente, el juego de la bolita que tenían al móvil
le mantuvo tan atento que se pasó dos paradas, por lo que tuvo que volver a
coger el tren en sentido contrario. Cuando por fin llegó a Sol, salió por la
parada de la Mallorquina y, aun después de comerse 2€ en chuches, tenía hambre
así que se compró una trufa de chocolate.
Cuando salió de la Mallorquina vio que en el tiempo que él
había estado en la cola había empezado a llover.
Ahora sí que le parecía jodido encontrar a su Buenamadre.
Con una mano poniéndose la capucha y otro sujetando la trufa se dirigió hacia
el oso. Por el camino, las estatuas parecían apenadas por el resbalar que las
gotas de lluvia producían en su rostro y Bob Esponja y Patricio estaban
sospechosamente juntos resguardándose de la lluvia debajo del toldo de un
quiosco.
¿Cómo podrían encontrarla?
Fácil, preguntaría.
Su primera víctima fue una chica que encajaba con la
descripción de su futura Buenamadre, se acercó y cuando fue a preguntarle la
chica le dijo:
- No quiero vender mi oro gracias...
Jarris se quedó muy rayado y le dijo:
- No, si no era eso, sólo quería saber si eres “la conejita
que más me quiere”.
Seguidamente Jarris noto el sonido y el tacto de lo que más
tarde reconocería como un bofetón, que apuntaría en su agenda para futuros
cálculos.
Probó suerte con más mujeres, pero fue inmediatamente
rechazado.
Pero en un momento de mezcla entre ira e impotencia gritó en
medio de Sol:
-¿¡Quien coño es la conejita que más me quiere!?
No se dio cuenta del ridículo que había hecho hasta que una
voz contestó:
-Yo.
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