...Y
cuando estaba a punto de pasar lo que tenía que pasar, o lo que yo quería que
pasase, la pecera que contenía en mi pecho empezó a rajarse hasta que Plaf!!,
reventó, y toda el agua que contenía, solo pudo salir por un sitio, el único
sitio por el que no tenía que salir.
En una
pecera normal, con su medida estándar de agua, tardaría un tiempo razonable en
achicar todo su contenido, pero recordemos que esta contenía el doble de agua,
el doble de tiempo, el doble de dolor.
Derepente
me acordé de mi pez ¿Dónde está? Busqué y busqué, pero por mas que hacía por encontrarlo,
no daba con él; solo había un sitio donde podía estar, el acuario.
Así fue,
por miedo al mal estado de mi pequeña pecera, mi pez emigró a un lugar seguro
en el que pasar el tiempo necesario.
¿Y que
haré ahora? Lo primero es buscar papel superabsorbente para intentar secar
hasta la última gota de agua de mi pecho.
Aunque pensándolo
bien, igual me compro un hámster, o un periquito, quien sabe; pero por ahora
intentaré eliminar hasta la última gota y así evitar que mis posibles nuevos
compañeros de pecho se mojen con los amargos recuerdos del pasado.
Y a ver
quien tiene huevos a decirme que son más frío que un témpano de hielo.
Critical
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