Hace
unos mese empecé a sentir una ligera presión en el pecho, que poco a poco se
fue agravando hasta que llegó el momento en el que me vi incapaz de vivir sin
ella.
Empezó
siendo como un pececillo que de vez en cuando se movía por mi pecho y hacía que
todo mi cuerpo se descontrolarse de una forma, hasta ese momento desconocida para
mí.
En un
principio era agradable jugar con aquel pececillo y ver qué sensaciones era
capaz de producir en mí, hasta teníamos un trato, yo le daba de comer y él se
portaba bien conmigo y no hacía que me avergonzarse de mí mismo ni que hiciese
muchas locuras por él.
Pero
quizás por la rutina o quizás por no valorarle lo suficiente empecé a descuidar
a este valioso pececillo y a tomarme algunas libertades con lo que poco a poco
fue haciendo que se descontrolarse.
Creció
y creció sin mis cuidados y cuando quise darme cuenta este pececillo al que tan
rápido me había acostumbrado, se volvió raro y distante, perdiendo todo los
colores que tenían los laterales de su brillante cuerpo, el agua en la que
nadaba se empezó a poner de un color verde y poco a poco se fue volviendo
opaca.
Pero
ese pez aún seguía ahí, aunque yo no lo viese, ni le cuidase, ni respetase el
tratado que tenía con el; por un momento dejó de existir para mí.
Pero
hay que ver lo que es la vida que un día, otro pececillo de color rosa y con
tonos verdes vino a mi, en una bolsita de plástico con agua tan pura como la de
un manantial, la mano de una amiga e hizo que me deslumbrase de tal forma que
lo metí en la misma pecera en la que se encontraba mi antiguo pez.
Ahora
los dos vivían juntos, parecían llevarse bien y el agua nueva del pez rosa
había hecho que la antigua agua, casi putrefacta, se volviese trasparente
haciéndome recordar la belleza de mi anterior pez.
Ahora
convivía con los dos, pero ninguno de ellos me causaba en ese momento lo que me
llegó a causar el primero.
Pero lo
bueno poco dura y los pececillos, hartos de convivir juntos, se empezaron a
llevar mal por lo cual les tuve que poner en peceras individuales para que no
hiciesen de mí una marioneta.
Entonces
empecé verlos por separado; el primer pez había crecido de una forma
considerable, las escamas parecían relucientes láminas de oro y las
terminaciones de sus aletas tenían unas membranas finas como la seda de un
color negro azabache, mientras que el segundo, en comparación con el anterior,
sólo era un bonito pez de río al que le gustaba nadar a contracorriente y el
cual era difícil de manejar.
Los dos
me apreciaban mucho y yo apreciaba mucho a los dos, pero la presión que sus
peceras de cristal ejercían en mi pecho, era tal que no podría aguantar mucho
tiempo en aquella situación.
Poco
después me enteré de que el pez que más tiempo había estado conmigo, cada noche
le robaba el agua al pequeño pez de río, así que tras varios días pensando que
podía hacer con ellos, decidí dejar en libertad al pez de río, ya que solo le
quedaban dos dedos de agua y casi no podía respirar.
Por lo
cual empecé a volver a cuidar de mi querida carpa que, con la pecera llena
hasta el borde, empezó a hacer que me sintiera mejor cada día.
La
mimaba, la daba de comer todos los días, hablaba con ella y aunque ella no
parecía entenderme, me prestaba mucha atención. Yo la quería y cuidaba de ella
a todas horas, pero mis actos del pasado hicieron que, cuando el agua se volvió
turbia ella tuviese que buscar otro corazón en el que refugiarse y gracias al
cual seguir nadando y alimentándose hasta convertirse en la bonita carpa que es
hoy en día.
Pero al
igual que yo tomé una decisión, mi apreciada pececita también debería tomarla,
debería elegir el pecho en el cual alojarse, no podía ser un pez nómada y
dormir cada noche en una pecera, por lo cual la puse en un aprieto del cual,
aún hoy en día, tiene que salir.
Pero
desgraciadamente, la pecera que está dentro de mí, tiene los desperfectos que
la última vez no conseguí arreglar y que ahora intentó tapar con palabras
bonitas y metáforas en forma de besos, y la nueva pecera, la cual sólo conozco
por las descripciones de mi amada pececilla, parece ser un amplio acuario lleno
de plantas acuáticas, filtros permanentes de agua y carnet de conducir, y
aunque yo tengo en mente hacer reformas en mi interior y poner uno igual, mi
carpa en está decidida a trasladarse, según ella de forma temporal, a lo que
desde fuera parece un maravilloso acuario pero del cual no conoce el interior.
Espero
que tome una buena decisión y que sepa que mi humilde pecera seguirá teniendo
agua para ella aunque a primera vista no se pueda comparar con su posible
futuro hogar.
Critical
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