Era un día cualquiera, de estos calurosos en los que no
sabes que hacer por que ya has terminado las clases y estas deseando irte a la
playa o al campo o donde sea y desconectar con el estrés que implica vivir en
un barrio como VillaBong, cuando a Jarris le dio por pensar, y pensó.
Pensó que llevaba con Rebeca más de 3 meses, ya que 4 son
más que 3, y que ese mismo día harían su 4º mes juntos. Se dio un aplauso a su
mismo y siguió pensando.
Pensó que dentro de poco sus padres tendrían vacaciones y
que probablemente irían a la playa. La misma playa a la que llevaba yendo toda,
la misma playa en la que hace más de 10 años conoció a su primer amigo mientras
pisoteaban un castillo de arena y se reían
del pobre niño que lloraba, la misma playa en la que había pasado horas y horas
mirando las olas e imaginando que surcaba los mares con su velero y se tiraba a
una guarri en cada puerto, su playa, Matalascañas.
Tras esta breve reflexión se quito lo poco que llevaba
encima debido al calor y se metió en la ducha.
Después de versionar “It’s raining Men” a su manera, salio
de la ducha, se enrollo la toalla en la cabeza y, frente al espejo lleno de
vapor empezó a posar desnudo y a marcar músculos al grito de “uuuuh ¿Quién es
tu papi?”.
Volvió a recordar a rebeca y tras desempañar la parte
central del espejo, por que las esquinas estaban llenas de corazones con las
iniciales J&R, pensó que sería buena idea practicar consigo mismo lo que
quería decirle.
Finalmente terminó pasando de todo y diciendo: “Hoy la meto
en caliente”.
Se vistió con unos vaqueros tan piratas como él y una
camiseta de los Raptors, se puso las chanclas y salió de casa para hacer el
mismo recorrido que hacia cada día.
Tardó menos de 15 minutos en llegar al portal de Rebeca.
Llamó al telefonillo y contestó una dulce voz femenina.
-¿Quién es? -Dijo la voz.
A lo que Jarris respondió- Soy tu papi nena.
-Ah Jarris eres tú, un momento que te paso a Rebeca.
En ese instante sintió como sus huevos subían como un
ascensor en dirección al cuello.
-Jarrito, sube, sube.- Acto seguido sonó la puerta y Jarris,
aun rojo, la abrió agradeciendo que no hubiese contestado el padre.
Subió las escaleras de un cuarto piso sin ascensor pensando
que, como cada día, se había duchado para nada.
El último escalón lo subió a cuatro patas casi arrastrándose
por el suelo, pero nada más ver que la puerta se empezó a mover, se puso de pie
de un salto propio de alguien digno de llevar su camiseta.
-¿Cómo estas mi amor?- preguntó Rebeca.
-Asado como un pollo- respondió él.
Cerró la puerta y atravesaron el pasillo en dirección a la habitación,
no sin antes pasar a saludar, por obligación, a de la que pocos minutos antes
habría sido su papi.
Momento incómodo.
Por fin llegaron al cuarto de Rebe y se tumbaron en la cama
a besuquearse dejando un ligero espacio entre sus cuerpos para que pasase el
aire.
Entonces llegó el momento.
-Rebe te tengo que decir una cosa- dijo Jarris en tono
romántico.
-Vale, pero espera, déjame hablar a mi primero- dijo ella
poniéndole el dedo en los labios.- He pasado los cuatro mejores meses de mi
vida y han sido contigo, has cambiado tan solo para adaptarte a mi, haces que
cada noche cuando nos despedimos no pueda irme a la cama sin pensar en lo feliz
que soy a tu lado y al despertarme poder tener la certeza de que pasaré otro
día mas contigo y quiero que siga siendo asi durante mucho tiempo. Jarris, te
quiero.
A él no se le ocurrió nada mejor que decir:
-Y yo mi yuli- seguidamente la besó.
El mejor beso de su vida, es lo único que recuerda de él.
La frente le ardía y sentía como latía su corazón en cada
centímetro de su cuerpo.
Intentó abrir los ojos pero el más misero rayo de luz le
cegaba como si llevase dormido toda una vida.
Intento abrir la boca para gritar pero cual fue su sorpresa
cuando noto que dentro de ella tenía un tubo.
Lo primero que se le pasó por la cabeza fue que unos
alienígenas le habían abducido, por lo que intentó mover la mano y, con mucho
esfuerzo, llevarla hasta el tubo de su boca y arrancarlo lentamente mientras
unas enormes arcadas le recorrían todo el cuerpo.
En el momento en el que el final del tubo salió de su
garganta dio una reseca bocanada de aire que se quedo en un casi.
Sentía que se ahogaba, como si sus pulmones no cogiesen el
oxigeno del aire, por lo que volvió a coger el tubo y a intentar chupar aire de
el, pero no funcionó.
Tras unos interminables segundos de desesperación empezó a
sonar un pitido hasta que una mano le coloco en la cara una mascarilla de
plástico pegada a una bola azul.
Se desmayó.
Volvió a despertar, esta vez pudiendo distinguir figuras.
Ya no tenía el tubo ni la bola. Ahora unos tubitos
transparentes llegaban hasta su nariz y le proporcionaban un frío y artificial
respirar.
Se frotó los ojos y observo. Descartó la idea de la
abducción ovni. Estaba en lo que parecía ser una habitación de un hospital, en
una cama con unas sábanas blancas con el logo de sanidad de la comunidad de
Madrid.
Se extraño al ver que estaba en una habitación doble pero
sin compañía.
Estaba muy cansado, sentía la boca seca y áspera y le rugía
la tripa de una forma que jamás había sentido.
Al poco tiempo llegó una enfermera sonriente con una bata
blanca.
-Hola, ya te has despertado por lo que veo.
-Shhh, no chilles- dijo él sintiéndose como con resaca.
-Perdón, ¿Cómo estás?
-Hecho mierda- dijo él cerrando los ojos.
En ese momento le vino a la mente el recuerdo, cada vez más
incompleto, de Rebeca.
-¿Qué me ha pasado? ¿Donde estoy?
-Tranquilo, estás bien que es lo importante. Toma, bebe un
poco- dijo la enfermera ofreciéndole un vaso de plástico con agua.
Intentó levantar el brazo izquierdo, pues es el que más
próximo estaba, pero solo lo consiguió mover unos centímetros, como si le
pesase una tonelada y finalmente lo cogió con el derecho.
-¿No puedes mover el brazo izquierdo?- Preguntó la enfermera
cogiendo una libreta y un bolígrafo.
-Puedo, pero me pesa demasiado, pero los dedos si que los
puedo mover sin
problemas -dijo él y seguidamente llenó su boca de agua y
sintió como su áspera lengua se hidrataba.
-Bueno, te voy a hacer unas preguntas ¿vele?
-De acuerdo, pero ¿me puede decir antes que hago aquí?
-Lo siento pero es mejor hacerte las preguntas primero ahora
que acabas de despertar. A ver, ¿sabes como te llamas?
-Claro que se como me llamo, Jarris.
-¿Jarris? ¿Jarris que más?
-¿Cómo que qué mas? Jarris a secas, ¿qué más quiere?
-Vale, ¿Dónde vives?
-En un barrio del sur de Madrid, VillaBong se llama.
-VillaBong- apuntó la enfermera- y ¿con quien vives en
VillaBong?- pregunto de nuevo un poco
incrédula, como si de un cuento de fantasía se tratase, como si estuviera
hablando con un loco.
-Con mis padres, en mi casa.- respondió automáticamente sin
pararse a pensar- y con mi novia dentro de poco.
- Tu novia.
-Si mi novia ¿Qué pasa?
-Nada nada, bueno pues es suficiente. Voy a venir ahora con
un compañero ¿vale? Mientras tanto aquí tienes el mando de la tele por si
quieres verla un rato y ponerte al día.
“Ponerme al día” dijo para si mismo mientras apretaba el
número 5.
La televisión se encendió al instante.
En ella Ramón García y su capa compartían pantalla con Anne
Igartiburu y sus respectivas copas de champán en lo que parecía ser la Puerta
del Sol, como de costumbre llena de gente.
-¿Qué hacen poniendo esto a estas alturas del año?- dijo
para si mismo mientras cambiaba de canal.
Fue haciendo zapping, pero nada le gustaba ya que solo
echaban cosas como pesadilla antes de navidad, los gremlins (esos pequeños
cabrones que si les das de comer después de media noche se vuelven más cabrones
y si los mojas se multiplican como cabrones, pero que si les enchufas con una
linterna, les prendes fuego y san se acabó), y como no ET, pero sobretodo gente
semiborracha en la puerta del sol.
Al ver esta plaza tan llena de gente, se acordó del día en
que conoció a su querida Rebeca ¿Estaría preocupada? ¿Estaría al corriente de
lo que le pasaba? ¿Donde estaría?
En ese momento escuchó a la enfermera que venia tonteando
por el pasillo con otro medico, este sin bata, en dirección hacia su
habitación.
Volvió a mirar a la tele con la esperanza de que pasasen de
largo y le dejasen recordar en paz a su amada.
-Hola Jaime.- dijo una voz
Él ignoró la voz pensando que no se refería a él.
-Ssshhh, no sabe nada aun- susurró más alto de lo normal la
enfermera- Jarris, ya ha venido el doctor.
-Hola eeeem Jarris- dijo el doctor- ¿Qué tal te encuentras?
-Bien- dijo él sospechando que el medico creía que era
tonto.
-Bueno, antes de nada ¿necesitas algo? ¿Quieres comer o
beber algo? Nos ha sobrado algo de la cena y si quieres hay champán...
-No gracias, con que me digáis que mierda hago aquí me vale.
-Tranquilo- dijo la enfermera intentado relajarle mientras
le cogía la mano.
Jarris la miró a los ojos y seguidamente a su manos con cara
de “pero que haces” y ella le soltó inmediatamente.
-Bueno voy a hacerte las mismas preguntas que te ha hecho mi
compañera y algunas más. A ver ¿Cómo te llamas?
-Jarris, ya se lo he dicho.
-¿Y, donde vives?
-¿Otra vez? ¿No lo puedes leer del papelito que tiene tu
amigota o de mi ficha medica o de donde sea y decirme de una vez que narices
hago aquí?
- Yo también pienso que es lo mejor, es retrasar lo inevitable-
susurro de nuevo al oído del doctor.
-Pues nada, yo creo que es mejor ir siguiendo los pasos
correspondientes, pero si quieres oírlo todo de golpe allá tú, solo te pido que
no te enfades con nosotros pues no tenemos la culpa de todo esto, en realidad
nadie la tiene.
- ¿Culpa de que? ¿Me quieres contar ya que esta pasando? ¿Por
que narices estoy en un hospital? ¿Por qué me siento como si me hubiese pasado
un tren por encima?
-Vale, tranquilo, yo te lo cuento todo- dijo el medico
mientras se sentaba en una silla a su lado.- En realidad no vas muy
desencaminado. Tengo que decirte que no te llamas Jarris como tu te crees, en
realidad te llamas Jaime Antonio Resines Novita- Jarris se quedó mirándole con
cara de incredulidad.- Hace unos meses, 5 en concreto, sufriste un accidente
con el coche, según nos contó la policía, conducías en dirección a Andalucía
cuando entraste en un paso a nivel en donde poco antes unos niños habían estado
manipulando las traviesas de la vía, con tal mala suerte que un bache hizo que
la amortiguación bajase, una de las traviesas rompiese la barra de dirección y
el coche se descontrolase. El airbag del volante no saltó y te golpeaste la
cabeza con él, de tal forma que quedaste inconsciente. Tu padre, que estaba en
el asiente del copiloto, y tu madre, que estaba en el de atrás, no sufrieron
ningún daño y al darse cuenta de que estabais en mitad del camino del tren
intentaron sacarte de todos los modos posibles, pero el tren fue más rápido que
ellos y no pudieron hacer nada. La locomotora os arrastró varios cientos de
metros hasta que se detuvo, pero fue demasiado tarde, pues cuando llegaron la
policía, los bomberos y las ambulancias, ninguno de los tres reaccionabais.
Intentaron reanimar a tus padres, pero el único que respondiste fuiste tú,
aunque no como deberías, pues te quedaste en coma.
>>Cuando llegaste aquí, nadie tenia esperanzas de que
sobrevivieses, pero María, mi enfermera, luchó por ti todo lo que pudo y fue la
única que tuvo esperanzas de que despertases algún día; y asi fue, has
despertado hoy y según parece estás perfectamente, quitando la poca movilidad
de tu brazo izquierdo y la notable amnesia que sufres que, creemos, fue
producida por el primer golpe con el volante.
El ahora llamado Jaime se quedo perplejo. No sabia que pensar.
En un primer momento parecía que le habían contado un cuento, una de esas
historias que ves en las películas de un chico al que le pasa algo y tiene que
empezar todo desde cero y superar distintos obstáculos.
Millones de cosas se le pasaban en ese momento por la
cabeza, pero lo que más importancia tenía era ella, Rebeca.
-¿Me estas diciendo que todo lo que recuerdo es mentira? Mi
novia, mis padres, mis amigos, mi barrio ¿Todo es mentira? ¿No existe?
-Si, probablemente solo exista en cuanto a un recuerdo que
ha permanecido en tu mente, pero que has ido deformando a lo largo de tu
estancia en el hospital. Seguramente solo recuerdes de ellos cosas fugaces,
como cuando te despiertas de un sueño.
-No fue ningún sueño, me acuerdo perfectamente de todo.
-¿Si? ¿Sabes como se llamaban tus padres?- preguntó el
medico.
-Claro, emmm, Papa y Mama- dijo con la voz entre cortada y
bajando la mirada.
-Es duro, lo se, pero es así Jaime, la vida es muy jodida y
cuando menos te lo esperas te puede pasar algo que la cambie completamente.
-Y ¿y por que de ella me acuerdo perfectamente?
-¿De quien?
-De mi novia, Rebeca.
-Piensa en ella, intenta describírmela, sus ojos, su pelo,
su voz.
Él se quedo pensando. Finalmente dijo:
-No puedo, se perfectamente como es, pero no puedo, no
sabría describírtela, es como si todo lo que conozco de ella estuviese en mi
cabeza pero sin una forma concreta, sin rasgos físicos, solo se que era ella.
-Lo siento, pero es así. Ella no existió. Probablemente solo
fuese el recuerdo de alguien a quien conocías, alguna chica que te gustaba, de
la que estabas enamorado y jugaste con ese recuerdo hasta hacerlo tuyo, hasta
moldearlo como tú querías que fuese.
Toda encajaba, cada recuerdo que creía haber vivido se estaba
desvaneciendo poco a poco. Ya nada tenía sentido.
-Pues si no está ella no quiero seguir despierto, volved a
dormirme, sedarme o hacer algo para que todo vuelva a ser como antes.
-Lo siento pero no podemos. Es normal que te sientas
destrozado por dentro, pero piensa que ahora tienes que empezar de nuevo, vivir
una vida nueva, volver a hacer todo lo que te gustaba, conocer gente nueva y
enamorarte, pero esta vez de verdad.
-¡¡Menos cinco!!- dijo la enfermera.
-Rápido, pon la uno que van a empezar los cuartos.
-¿Los cuartos?
-Si, se nos olvidó decírtelo pero hoy es 31 de diciembre de
2012. María rápido unas uvas para este chico. –dijo el medico sonriéndole.
-¡Voy!
-¿Es nochevieja y estáis aquí trabajando? ¿Qué sois los más
pringados?
-No hijo no, es que esto es la pública y aquí pringamos en
nochevieja, en navidad y cuando quieren ellos. La cosa ha empeorado mucho desde
tu accidente, ya te pondrás al día.
-Uvitas para todo- dijo María
-¡Los cuartos, lo cuartos!
Jaime cogió su platito y miró sus uvas con un hambre atroz.
1, 2, 3 y así hasta doce campanadas.
-Feliz añooooo!!!!- gritaron todos a la vez
María le dio un beso seguido de un gran abrazo para
felicitarle el año y el doctor le estrechó la mano fuertemente mientras le sonreía
y le hacía olvidar todo.
Doce uvas, esa fue la primera comida de su nueva vida.