En esta ocasíon os presento uno de los trabajos que hemos tenido que hacer en el tercer año de carrera, en este caso se trata de una fotonovela llamada "Veinticinco".
Me levanté de la cama y me miré en el espejo esperando ver un rostro diferente al que me encontraba cada mañana. Por lo menos el humo del cigarro hacía las veces de velo, evitando que pudiese fijarme en las imperfecciones que cubrían mi cara.
Me volví, mirando la cama. Allí estaba ella, como siempre, durmiendo sin ninguna preocupación, como si su única realidad fuesen los sueños. Pero esta vez no podía quedarme allí, debía irme, marcharme sin dejar el más mínimo rastro de mi existencia, para que cuando ella se despertase creyese que todo había sido un sueño.
Saqué del cajón de la mesilla la que había sido mi arma reglamentaria... “Esta nunca me la podréis quitar” pensé y, sin dudarlo un instante, salí de allí.
Bajé las escaleras aparentemente tranquilo, aunque por dentro estaba muerto de miedo.
Al salir del portal vi un cielo gris, aciago, y una calle casi vacía. Tenía ya muy pensado cómo iba a ser el final de todo esto, ella no podía saber nada, yo sólo tenía que hacer lo que un hombre debe hacer. Caminé todo lo sereno que pude a través del barrio, sin mirar a los ojos de nadie por si algún vecino me reconocía.
Atravesé el parque después de una larga caminata. El cielo se estaba oscureciendo aun más y todo se vaciaba aún más, como mis sueños, como mis esperanzas, como mi fe… Por fin, vi de lejos el puente, así que me puse la capucha y me fui directo para allá. Mientras cruzaba, me paré un momento a pensar en todo lo que dejaba atrás. Después de unos pocos segundos volví a ponerme en marcha: no me quedaba nada. Al llegar al cementerio, recorrí los pasillos de lápidas hasta llegar a una que ya conocía: 'Jenny Doe, 1972 - 1997'. Me arrodillé, apartando las hojas secas que presagiaban el comienzo del otoño y saqué mi arma.
Apreté el cañón contra mi sien y conté lentamente hasta tres. Al llegar al final de la cuenta dejé caer mi arma contra la lápida y rompí a llorar. "Lo siento." dije secándose las lágrimas de los ojos.